Una tarde de domingo entre luces navideñas y altavoces en las esquinas que emanan villancicos, con un café
hirviendo que caliente mis manos congeladas y un pastel que endulce este día de teórico descanso, conviene reflexionar sobre mi vida, lo que viene y lo que podría ser.
Y simplemente comenzando a hablar las ideas empiezan a fluir y a revelar. Las familias con niños envueltos en gorros y bufandas de lana siguen pasando.
Estamos enjaulados, encarcelados, encerrados, atados, enclaustrados. Somos unos jóvenes que su país, España, no les brinda una oportunidad, preguntándose día tras día por qué no nos titulamos unos años antes, o quizás otros tantos después, por qué caímos en el hoyo.
Y cierto es, el mundo no se acaba en España. Qué daríamos muchos por marchar allí donde pudiéramos ejercer. Allí donde pudiésemos labrarnos un futuro. Pero, ¿quién familia puede afrontar los gastos que conlleva empezar una vida en otro país? ¿Quién puede siquiera permitirse pagar un vuelo a América o vivir unos meses en la adinerada Inglaterra? ¿Cómo proponer a unos padres temerosos y prudentes una inversión inicial en un futuro incierto?
Y me hago estas preguntas mientras me arde el pecho por todo lo que tengo dentro de mí, todos los conocimientos adquiridos, la ilusión y esfuerzo depositado. Todo aguarda dentro, esperando poder ser gritado, bombardeado allende los mares.
Todo mientras vemos como nuestros padres consumidos por las preocupaciones económicas envejecen día tras día a pasos agigantados. Cada día se echan las manos a la cara y suspiran en silencio. Creo que en cada suspiro se les escapa un soplo de vida ¿Cómo ayudarles?
Me levanto y camino plaza tras plaza. Me adentro en los callejones, la voz de los villancicos va disminuyendo hasta que solo quedo yo. Y regreso a casa.
Mis trabajos
Mi nombre es Miriam Fernández y soy Licenciada en Periodismo por la Universidad de Sevilla y especializada en comunicación corporativa.
Máster de Gestión Estratégica e Innovación en Comunicación.
Solo trato de hacer de la vida un viaje y del viaje la vida.
lunes, 2 de diciembre de 2013
viernes, 11 de octubre de 2013
No nos necesitan
Me licencié en periodismo el día 11 de junio de 2012. Desde entonces llevo experimentando con impotencia y frustración cuán imposible es encontrar un trabajo como periodista, al menos, en los medios de comunicación tradicionales.
He procurado formarme en diferentes ramas, he vivido un año en Inglaterra para perfeccionar en inglés. Todo en vano. Pero en todos estos meses he podido aprender algo y es que no nos necesitan.
El periodismo es una profesión que está desapareciendo. Asumiendo la cantidad de medios que han tenido que cerrar y que la crisis económica dificulta la posibilidad de contratar trabajadores, ellos, los magnates de la prensa no nos necesitan. Y no nos necesitan porque sus intereses están centrados en cuestiones políticas o económicas que en hacer un periodismo de calidad. Esta última palabra ha sido sacrificada hace ya muchos años. Intentan sobrevivir como pueden con subvenciones y acuerdos empresariales, con un modelo que ya no funciona y con el monstruo de Internet avasallándolos a cada paso.
La crisis económica les ha obligado a recortar en personal, donde antes había quince periodistas en una redacción, hoy solo hay tres, y lo que ha ocurrido es que se han dado cuenta de que pueden seguir llevando a cabo su labor perfectamente. Nada ha cambiado.
Esto es porque lo que se viene haciendo en los diarios, en la televisión y en la radio no es periodismo. Para escribir al dictado y transcribir lo que se oye en una rueda de prensa no hace falta ser periodista. Lo puede llevar a cabo una persona con un mínimo de capacidad de expresión y redacción. Ni siquiera intenten venderse. No te compran. Como consecuencia nos vemos expuestos a una precarización del periodismo, pero no se confundan, eso no es periodismo.
A veces nos indignamos cuando vemos anuncios laborales del tipo: "Se necesita periodista para escribir una crónica de 500 palabras. Salario: 5 euros". No se ofendan cuando lean 5 euros, porque realmente lo que nos piden no vale más.
En otra rama de todo esto se encuentra la sociedad, una sociedad que nos ha dado la espalda, que ya no nos cree, a causa de haber servido tantos años a estos intereses empresariales.
Sí señores, el periodismo está desapareciendo. Esa profesión en la que creía por su indispensabilidad en un Estado democrático, porque tenemos que estar informados para ejercer nuestro derecho al voto en libertad. Y de todo esto no nos informaron a ninguno de los 300 que masificamos la carrera en la Universidad de Sevilla y dudo que se vaya a hacer con las generaciones venideras, además de enseñarnos un periodismo absolutamente obsoleto.
Pero los periodistas, los que nos sentimos periodistas en el fondo de nuestro ser, no podemos caer en la parálisis. Unámonos, creemos proyectos periodísticos solventes y de calidad. Ofrezcámosles a la sociedad un verdadero periodismo. Estoy convencida de que sabrán comparar y valorarlo de nuevo.
He procurado formarme en diferentes ramas, he vivido un año en Inglaterra para perfeccionar en inglés. Todo en vano. Pero en todos estos meses he podido aprender algo y es que no nos necesitan.
El periodismo es una profesión que está desapareciendo. Asumiendo la cantidad de medios que han tenido que cerrar y que la crisis económica dificulta la posibilidad de contratar trabajadores, ellos, los magnates de la prensa no nos necesitan. Y no nos necesitan porque sus intereses están centrados en cuestiones políticas o económicas que en hacer un periodismo de calidad. Esta última palabra ha sido sacrificada hace ya muchos años. Intentan sobrevivir como pueden con subvenciones y acuerdos empresariales, con un modelo que ya no funciona y con el monstruo de Internet avasallándolos a cada paso.
La crisis económica les ha obligado a recortar en personal, donde antes había quince periodistas en una redacción, hoy solo hay tres, y lo que ha ocurrido es que se han dado cuenta de que pueden seguir llevando a cabo su labor perfectamente. Nada ha cambiado.
Esto es porque lo que se viene haciendo en los diarios, en la televisión y en la radio no es periodismo. Para escribir al dictado y transcribir lo que se oye en una rueda de prensa no hace falta ser periodista. Lo puede llevar a cabo una persona con un mínimo de capacidad de expresión y redacción. Ni siquiera intenten venderse. No te compran. Como consecuencia nos vemos expuestos a una precarización del periodismo, pero no se confundan, eso no es periodismo.
A veces nos indignamos cuando vemos anuncios laborales del tipo: "Se necesita periodista para escribir una crónica de 500 palabras. Salario: 5 euros". No se ofendan cuando lean 5 euros, porque realmente lo que nos piden no vale más.
En otra rama de todo esto se encuentra la sociedad, una sociedad que nos ha dado la espalda, que ya no nos cree, a causa de haber servido tantos años a estos intereses empresariales.
Sí señores, el periodismo está desapareciendo. Esa profesión en la que creía por su indispensabilidad en un Estado democrático, porque tenemos que estar informados para ejercer nuestro derecho al voto en libertad. Y de todo esto no nos informaron a ninguno de los 300 que masificamos la carrera en la Universidad de Sevilla y dudo que se vaya a hacer con las generaciones venideras, además de enseñarnos un periodismo absolutamente obsoleto.
Pero los periodistas, los que nos sentimos periodistas en el fondo de nuestro ser, no podemos caer en la parálisis. Unámonos, creemos proyectos periodísticos solventes y de calidad. Ofrezcámosles a la sociedad un verdadero periodismo. Estoy convencida de que sabrán comparar y valorarlo de nuevo.
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